martes, 1 de septiembre de 2009


En el silencio tenebroso del escenario, a través del entrelazamiento de las palabras que
nos entregan, avanzamos a ciegas, con las manos extendidas, los ojos inútil y desmesura-
damente abiertos, los cuerpos tensos, las piernas vacilantes. Alrededor de nosotros se desliza
una sombra, como un fantasma creado por nuestra imaginación. Todos nuestros sentidos
se hallan vigiloantes, nuestro corazón late terriblemente, gotas de sudor corren por nuestras
frentes, nuestra sangre deja de circular. Buscamos el personaje.
Jean Louis Barrault.

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